Historia y Origen
Sabías que… el nombre del pueblo obedece al monte o cabeza donde está el núcleo, conocido en la Edad Media como de la vaca. Lo del maestre Cabeza de Vaca es un error de Padre Ortiz Tovar, 1779, inventada como muchas otras de sus Partidos Triunfantes… El maestre vivió posteriormente al origen del nombre de la población. Sigue leyendo para conocer toda la historia de nuestro pueblo
Su origen se encuentra en una villa romana del s. II d. C., residencial y explotación agropecuaria (existencia de torculatorium y molino), cuya ocupación se perpetuó hasta fines del siglo IX. El momento de máximo esplendor fue entre los siglos III y V, de vicus visigodo hasta alcaria. Fue en el período emiral (s. X) cuando sucumbió en el azaroso período de luchas protagonizadas por los rebeldes muladíes y mozárabes de la región de Laqant (Fuente de Cantos) y el levantisco Ibn Marwan, fundador de Badajoz en el 875. La pacificación llevada a cabo por Abderramán III, desde el 930, supuso la eliminación de estos pequeños núcleos, refugios de rebeldes frente al poder de Córdoba.
Tras la reconquista hacia 1247, cuando el dominio santiaguista ya estaba consolidado, quedó dentro de la encomienda de Montemolín, donada a la Orden de Santiago en 1248. Es entonces cuando se crea la Provincia de León de la Orden de Santiago, cuya capital era Llerena. En ella se funda, en 1274, el Partido de León, en el que se integra Cabeza la Vaca junto con Arroyomolinos, Calera, Cañaveral, Fuentes y Segura, que adoptan en sus nombres la terminación “…de León”. El solar de la antigua villa fue repoblado a partir de 1274, año de concesión del fuero de repoblación a Segura de León, en cuya encomienda se encontraba.
Entre los restos arqueológicos conservados, está un ara votiva dedicada a Ataecina, asociada a un lugar de culto de esta diosa, relacionado con un monte, un bosque sagrado y un manantial cuyas aguas hoy día surten una fuente pública.
Documentalmente, está atestiguada una aljama en este pueblo, desde finales del siglo XIV hasta la expulsión de los judíos en 1492, cuya existencia hay que relacionarla con la importante aljama de Segura. No han quedado vestigios materiales.
El nombre del pueblo obedece al monte o cabeza donde está el núcleo, conocido en la Edad Media como de la vaca. Lo del maestre Cabeza de Vaca es un error de Padre Ortiz Tovar, 1779, inventada como muchas otras de sus Partidos Triunfantes… El maestre vivió posteriormente al origen del nombre de la población. Hay constancia, en las fuentes históricas escritas, de encontrarse poblado en 1332 como lugar perteneciente a Segura; en el Libro de Montería de Alfonso XI, antes de 1350, aparece la villa en la senda que se dirigía al cazadero del Castaño desde la Cabeza de la Vaca, por donde iban las vocerías. Luego el nombre obedece a un accidente geográfico, una montaña, el cerro Fontanilla actual, conocido en la Edad Media como cabeza de la vaca, relacionado con el ganado vacuno por estar acotado o algún acontecimiento con él relacionado, hipótesis fortalecida con otro topónimo relacionado, el arroyo de la Vaca. Los primeros vecinos aquí establecidos, y a los que se concedieron las primeras aranzadas de tierra, dejaron sus antropónimos en el término: así Martín Gil dio nombre al arroyo que cruzaba sus posesiones, o los apellidos Polaíno o Quiciales designan cerros donde tuvieron sus propiedades.
En el siglo XIV, el caserío se trasladó 500 metros hacia el sur, lugar más sano, con menor humedad y con el añadido de la construcción de una iglesia nueva (la actual), y la antigua quedó como ermita de San Benito. Se construyeron los edificios auxiliares de la Encomienda Mayor, bastimento del vino, casa de la alcaldía, hospital de peregrinos o la fuente pública de Abajo.
En 1430 se produjo un brote de peste en la Comarca, según cuenta el cronista Andrés Bernáldez, y muchos vecinos de ella se refugiaron en esta población; el episodio fue de tal virulencia que despobló el lugar de Aguilarejo, a legua y media de Fuente de Cantos, y cuyos habitantes se salvaron al trasladarse a Cabeza la Vaca, aporte demográfico fundamental para el pueblo, que vio crecer su vecindario y su casco urbano, y que probablemente dio lugar al apodo de “brujos/as” con que se conoce a los habitantes del pueblo.
A partir del siglo XVI la importancia de la Orden Santiaguista decrece en favor de la Corona. Así, en 1594, Felipe II le concede a la localidad el Título de Villa, otorgándole con ello el privilegio de impartir justicia, para lo cual es voluntad del monarca que cuente el municipio con “…horca, picota, cuchillo, cepo, açote y todas las demás insignias para usar y exsercer la dicha jurisdicción para todo”. Como testimonio del deseo del rey se construye en el año 1600 la “Cruz del Rollo”, en lo que por entonces era la salida del pueblo, frente al Ayuntamiento y junto al cementerio (lugar donde hoy se levanta el Templo Parroquial). Está formada por un fuste de granito sobre triple grada y coronada por una cruz. Su función era la de picota, para exponer a los reos a vergüenza pública o para ser ajusticiados.
En lo administrativo, judicial y eclesiástico estuvo comprendida en la Provincia de León, que la Orden de Santiago tenía en Extremadura. A su vez, la Orden dividía sus territorios en otras unidades mínimas de administración y gestión llamadas encomiendas, que eran recogidas por un comendador, el cual se hacía cargo de todas sus personas, tierras, derechos, bienes y rentas de cualquier tipo. Cabeza la Vaca pasa a formar parte de la Encomienda Mayor de León, hasta el siglo XIX, cuya capital estaba en Segura de León. Eclesiásticamente, pertenecía al Priorato de San Marcos de León, de la Orden Santiaguesa, y más concretamente al Provisorato de Llerena. El partido de León no desaparece hasta 1834, permaneciendo Cabeza la Vaca vinculada hasta entonces a la Orden de Santiago, aunque con maestrazgo real.
La historia de este pueblo transcurre como la mayoría de los pueblos extremeños, entre pleitos y disputas por el reconocimiento de su independencia administrativo-judicial y la defensa de su terruño, envuelto en litigios de pastos y baldíos comunes, que consumieron gran parte de la riqueza y el esfuerzo municipal. Destaca el siglo XVII donde se dieron los momentos más tensos de esta lucha local por el control del Concejo.
La nota más sobresaliente es la figura de Diego María de la Tordoya, hijo del pueblo, nacido probablemente en la década de 1460 a 1470, y que es citado en “Espasa Calpe” como militar distinguido en la Guerra de la conquista de Granada (1491-1492), por lo que además pudiera haber tenido acceso a círculos cercanos a la Corte, pues embarcó con Colón en 1492, convirtiéndose en codescubridor del Nuevo Mundo. Murió allí, en el Fuerte Navidad, construido, según órdenes de Colón, con los restos de la nave “Santa María”, encallada en la isla de La Española (Haití), el 25 de diciembre de 1492, en el que quedaron 48 hombres, a las órdenes de Rodrigo de Arana, figurando entre ellos Diego Mª de la Tordoya. Al regresar Colón en su segundo viaje, en 1496, encontró el fuerte totalmente destruido y muestras evidentes de que todos sus defensores habían muerto. La estela de Tordoya fue seguida durante los siglos XVI y XVII por un nutrido grupo de paisanos cuya riqueza dejarían testificada en obras suntuarias o financieras, caso de alguno que al volver destinó parte de sus caudales para hacer préstamos a concejos. En honor a él una calle del pueblo lleva su nombre, erigiéndose en ella una cruz en su memoria.
El siglo XVII fue una centuria crítica que postró a la villa económica y demográficamente. La Guerra con Portugal, la presión de los impuestos y el mantenimiento del ejército provocaron una salida de gente del pueblo hacia Andalucía, buscando paz y tranquilidad, situación a la que coadyuvó las ambiciosas oligarquías locales, esquilmadoras de las arcas concejiles. Destaca la familia Carvajal cuyos miembros controlaron el ayuntamiento y algunos de sus miembros tuvieron sometido al pueblo a su tiranía en las primeras décadas del siglo XVII. De funesta memoria es Rodrigo de Carvajal, cuya vida acabó el cadalso en 1612.
El siglo XVIII comenzó mal con la Guerra de Sucesión y la guerra con Portugal provocando una nueva crisis. A finales de siglo la población se mostraba decaída. De todas formas su independencia jurisdiccional está atestiguada, desde 1594, por el airoso Rollo que se erige en la plaza mayor, testimonio de su autonomía al menos en primera instancia. Este afán renovador se mostró también en la construcción de una nueva plaza, un nuevo ayuntamiento y cárcel pública, así como una torre para alojar el reloj de la villa.
En 1755, se hundió parte de un monte, la Buitrera, y salió gran cantidad de agua durante varios días, fenómeno que sobrecogió a la población, al fin de los cuales se recogieron las aguas y no ha vuelto a manifestarse el fenómeno. El asunto parece estar ligado al mundialmente conocido Terremoto de Lisboa, el 1 de noviembre de 1755, que bien en el mismo momento o en algunas de sus réplicas alumbraron una bolsa de agua contenida en el seno de la montaña. De todas formas las surgencias de agua se han producido hasta hace poco, durante inviernos lluviosos, con varios géiser de la altura de un olivo. El sitio más exacto se denomina Hueco de la Buitrera. Otro testimonio del momento del terremoto lo da el párroco del pueblo que el 1 de Noviembre de 1755, encontrándose dentro de la iglesia y junto a los otros curas vieron temblar las imágenes del altar mayor y fuera observaron cómo temblaba la torre de la iglesia.
El siglo XIX comenzó también mal, con la Guerra de la Independencia y el saqueo a que fue sometida la villa en 1811, quedando a los vecinos sin alimentos. Posteriormente, con las nuevas leyes desamortizadoras y el nuevo estado liberal se inició poco a poco una recuperación económica y demográfica. Los repartos de tierras comunales hacen que en 1827 se muestren las mejoras económicas y demográficas, inmediatamente lastradas por el aumento de jornaleros con escasas salidas laborales, tónica que se mantendrá hasta mediados del siglo XX, cuando la emigración hacia otras zonas más prósperas palió la presión social, mejorando la calidad de vida paulatinamente con la Democracia. Durante el siglo XIX hubo momentos de tensión producidos por las reformas agrarias y las enajenaciones de los Bienes de Propios, con episodios de invasión por los vecinos de las dehesas enajenadas, impedimento de las tasaciones e intervención de la Guardia Civil. La tensión social se mantuvo largo tiempo. En 1888 se produjo un atentado con explosivos contra el alcalde y el secretario del Ayuntamiento.
El “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar” de Pascual Madoz, 1846, define así la villa:
“CABEZA LA VACA DE LEÓN: Villa con ayuntamiento en la provincia de Badajoz (16 leguas), partido judicial de Fregenal de la Sierra (3), audiencia territorial de Cáceres (30), diócesis de San Marcos de León (Llerena, 3), capitanía general de Estremadura.; […] tiene 350 casas de habitación, la del ayuntamiento y cárcel en un mismo edificio, al frente del cual hay una columna o rollo de piedra cantería enorme; escuela de niños dotada con 2600 reales de fondos públicos, a la que asisten 100 niños, 2 de niñas con sólo la retribución proporcional de las 40 que a ellas asisten; […] término cuyos puntos distan de 1 a 3 leguas y comprende una dehesa de propios de una legua de travesía poblada de encinas y alcornoques, […]. Productos: frutas, siendo muy sabrosas las albérchigas y las ciruelas, pocos cereales, algunos olivos y sobre todo bellotas; se mantiene ganado de cerda, cabrino, vacuno y lanar, y se cría caza mayor y menor; población 346 vecinos, 1.320 almas.”
A la caída del Antiguo Régimen (1808-1833), la localidad se constituye en municipio constitucional en la región de Extremadura, entonces conocida como Cabeza de Vaca. Desde 1834 quedó integrado en el Partido judicial de Fregenal de la Sierra.
Los repartos de tierras comunales hace que en 1827 se muestren las mejoras económicas y demográficas, inmediatamente lastradas por el aumento de jornaleros con escasas salidas laborales, tónica que se mantendrá hasta mediados del siglo XX, cuando la emigración hacia otras zonas más prósperas palió la presión social, mejorando la calidad de vida paulatinamente con la Democracia.
Otro fenómeno natural, más reciente, a comienzos del s. XX, se produjo en Las Murciélagas, en la Sierra de la Pedrera, término del pueblo, y fue el hundimiento en la tierra de un caballo. La cosa obedeció a ser una zona calcárea, llena de formaciones kársticas, donde han sido frecuentes los hundimientos, dolinas, que parece ser este caso. El lugar exacto es el conocido Cercado del Comandante.
Curiosidad es que el abuelo materno de Zurbarán, Andrés Guerra, fue natural de Cabeza la Vaca, y casó en Monesterio con Catalina Gómez, natural y vecina de este último pueblo. Allí tuvieron entre otros a Isabel Márquez, madre del pintor. La profesión de Andrés era la arriería, actividad esta que le permitió moverse a escala interregional, que le llevó a establecerse en Monesterio, encrucijada de caminos entre Extremadura y Andalucía, por ende idónea para el trajín de la arriería y el transporte de mercancías; seguramente por sus servicios, conoció a Agustín Zurbarán e Isabel Velasco, padres de Luis, vecinos de Fuente de Cantos y abuelos de Francisco, dedicados al comercio. Las relaciones tuvieron que ser intensas como para concertar el matrimonio entre los hijos de ambos, Luis e Isabel, celebrado el 10 de enero de 1588 en Monesterio. Andrés y Catalina tuvieron otros hijos que a su vez tuvieron descendientes, primos del pintor, de los cuales dos fueron ayudantes suyos, Diego y Juan.